Formado en la Escuela Libre de Argentina, la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, el estudio de pintura de José Méndez Ruiz y el Círculo de Bellas Artes, Eduardo Osimani se había introducido en el mundo de vidrio en 1960 gracias a unas prácticas como becario en los laboratorios de Cristalerías Rigollau en Argentina. Fue entonces cuando quedó impactado por las múltiples posibilidades artísticas de este material, principalmente en el campo del diseño en vidrio.
Ya en España, tiene un primer contacto con este mundo en la madrileña fábrica de vidrio Cooperativa Vidrilux, por espacio de ocho años.
Tras recorrer varios países europeos con el fin de ampliar sus experiencias, se instala en 1982 en los Pirineos catalanes, donde encontrará el ambiente y el clima adecuados para dedicarse más que nunca a su actividad creativa. Tras celebrar varias exposiciones en Argentina, Estados Unidos, España y Francia, llega, hacia 1988, a Toulouse (Francia) con la misión de recopilar diseños antiguos de cerámica de distintos museos, estudiar los esmaltes vitrificables sobre este material y abrir en el diseño de cerámica contemporáneo otras vías de creación.
En 1990 fue llamado por la Fundación CNV para desarrollar la primera Escuela Taller del vidrio, una experiencia pionera en España. Como director del Área Formativa y Artística de la Escuela del Vidrio, Eduardo no ha cesado de organizar y desarrollar un buen número de programas formativos para la creación de otras Escuelas de Vidrio similares en España, así como un buen número de cursos monográficos de reconocido prestigio internacional, donde todos los años se dan cita los especialistas más sobresalientes del vidrio contemporáneo.
Esta compleja actividad en la Escuela no le supuso a Eduardo impedimento alguno para seguir con su labor creativa, es más, le sirvió de escape o complemento para contrarrestar su plena dedicación a la docencia. Sin embargo, desde entonces, no ha tenido tiempo suficiente para dar a conocer su interesante obra.
Es, por ello, el momento y el lugar adecuados para mostrar esta amplia obra que incluye tanto pintura como escultura. Su obra pictórica se podría definir cargada de sensibilidad, pureza y con un cuidado cromatismo que puede situarse dentro de una abstracción repleta de resonancias poéticas. La escultura en vidrio es, sin embargo, incolora, limpia, de líneas puras, donde la propia transparencia del material deja entrever el sentido más íntimo de su personalidad. Cuando trabaja con vidrio no le interesa el color sino la luz, la transparencia y la pureza que subyacen en este material, donde, en ocasiones, combina su “pureza” con algunos toques de azul cobalto que le aportan gran dinamismo.
Volumen, forma y transparencia son, por tanto, tres elementos clave en su obra escultórica, donde las formas geométricas como la esfera o el disco sabiamente armonizadas le sirven de instrumento para expresar sus mensajes más íntimos de sosiego y libertad.
Inspirándose en las manchas de la acuarela uno de sus últimos logros es lo que el artista denomina “otra forma de pintar el vidrio”, donde las calidades del medio pictórico se consiguen, por medio de diversas incursiones en el vidrio caliente, en forma de pequeños discos.